jueves, noviembre 16, 2006

Crónica Rallyconurbano Comunidad Tierra.

(o sobre como la combinación de inesperados recursos colectivos pueden inventar un sistema de transporte (semi)público conurbano)

El 11 de noviembre se realizó el 5º rally del año. Esta vez la cita fue en stereo: por un lado, en la estación de trenes de once, a las 13:45, y por otro lado en la Av. Maipú y San Martin, frente al restaurante “Muky” a las 14:30. En este último lugar se reunían los que viajaban en auto, mientras que en el primero quienes viajaban en tren.
En el hall de boleterías se encontraron: Ramiro Gallardo, Santiago Bózzola, Albano García, Julia Codina, Judith Villamayor, Diego Melero, Agustín Huarte, Laura Códega, Berenice Berenice, Gustavo Dieguez y Martín Di Peco.
Mientras que en Vicente López, calentaban motores los autos de Lucas Gilardi (con sus copilotos Alfredo Quiroga, Carmela Zuleta y Hernán Barsanti) y Paola Salaberry (acompañada por Marina Zuccon, Julián Dangiolillo y Sofía Picozzi). A la vez, Alejandro Baca Bononato, comandaba dos autos más, conducidos por amigos y ex–alumnos.


A las 14:25, el convoy del tren parte rumbo a la estación de Moreno, y Judith apuesta… “tardaremos como una hora cuarenta”. El número suena exagerado, y Gustavo se desentiende “Los días de semana en las horas pico usan los double deckers”. “Si, me contaron que entrás a un hallcito y podés subir o bajar”, responde Julia. Con el camino despejado y la formación a alta velocidad pronto llegamos a Floresta, y encaramos el primer contacto vía celular con el grupo norte. “Acabamos de salir y estamos por Panamericana”, informa Ale. El grupo oeste los aventaja. A poco el tren se va descargando y algunos pueden sentarse. Agustín y Judith matean y cervecean, y Diego los mira 5 asientos más atrás.
Las ofertas del sábado son muy tentadoras: chips pre-activados a cinco pesos, y unas agendas 2007 con birome incluída a 2 pesos. Martin no resiste y compra una con unos dibujos de unos Cadillacs.
Gustavo y Lucas intercambian mensajes de texto informando sus posiciones: San Antonio de Padua vs. Camino del Buen Ayre. Afortunadamente, el celular de Albano había recibido un bonus de carga, y eso nos posibilita una fluida comunicación.
Llegamos a Moreno, “menos de una hora” le recuerdan a Judith. La sincronización va perfecta, el grupo norte está llegando a la bajada Martín Fierro. Sin embargo, el grupo oeste sufre un duro revés: los remises “open”, que habían sido previamente contactados por teléfono, ahora se niegan a levantar pasajeros de la calle. Y la agencia frente a la estación solo despacha de a un auto. Aturdidos por la situación, lanzamos un S.O.S. “Ale, ¿pueden pasar a buscarnos…?” La expedición pasa momentos de zozobra, pero Judith propone: “¿por qué no le preguntamos a los fleteros?” Todos de acuerdo, y caminamos unas cuadras hasta la agencia. Después de algunas negociaciones, conseguimos una chata que nos llevaría a los 11 hasta el barrio Trujui. Acordamos el pago con la recepcionista y 15 minutos más tarde llegará Marcelo en su “bastante bien conservada para ser un flete” camioneta azul. Adelante suben Julia y Martín, y el resto se sube a la caja, a pleno sol de Moreno. Marcelo comienza el rumbo con las vagas indicaciones que le proponemos. “Hay un club ahí, ¿no? Yo una vez llevé a unos chicos…” Martín asiente… “si, seguro que es ahí”. Pero pronto son advertidos por Santiago, que vocifera desde la caja “este no es el camino”. Descubrimos que hay dos calles Martín Fierro, pero por suerte no están tan lejos una de otra. Actualizamos las coordenadas y seguimos nuestro rumbo. Ale llama al celular de Gustavo… “pensamos que los habíamos perdido. Nosotros ya llegamos, hace un rato que los estamos esperando”. Cruzamos información, y confirmamos que estamos en la calle indicada, pero en la dirección opuesta. Marcelo quema llantas, giramos 180º y nos encaminamos a nuestra meta. A las pocas cuadras ya comenzamos a ver las particulares construcciones de la Cooperativa Tierra y respiramos aliviados. En la entrada nos espera todo el grupo norte, que filma y le saca fotos a la llegada en flete del grupo oeste. El encuentro es muy emotivo y tiene el sabor de hazaña. Marcelo se despide y nos deja su teléfono para la vuelta.
Ya más relajados, nos recibe Claudio. “Uh, son un montoncito…” Para comenzar a recorrer la comunidad, su hijo Esteban desconecta la alarma. “La semana pasada nos robaron todas las computadoras.” Ayudado por su bastón, Claudio nos acompaña a ver las distintas aulas, patios y galerías del frente de la comunidad. El ambiente atrapa, los flashes comienzan a sonar. Desembocamos en el auditorio, donde Claudio improvisa un “charlín”. Nos da su particular cosmogonía y opinión crítica sobre el estado de situación de la política y arquitectura local y global. “Nosotros tuvimos nuestro candidato posmoderno,… de pura apariencia, de mostrar lo que no es,… pero también tuvimos nuestro candidato deconstructivista, que serruchó las bases, desarmó todo y se fue…” Del estilo Chacho Alvarez pasamos al estilo autoconstrucción, y nos relata su experiencia en el diseño y edificación de cárceles. “El trabajo se hizo junto con los presos. Teníamos a un contador que había matado a su esposa como hace diez años que nos llevaba todos los números… los mismos presos construían la obra. Claro que se dividieron los grupos. Había unos que estaban contentos porque aprendían un oficio, pero también había algunos que decían…. ¡¿Como nos vamos a hacer nosotros mismos nuestra propia cárcel!?” Tras el final trágico de la paradójica experiencia, cita a Ramiro y a Santiago, que estaban presentes y que habían escrito un artículo sobre la Comunidad, para hablar sobre el pliegue Deleuziano y su obra. Alfredo toma notas.
Concluye la charla y continuamos el recorrido por otras partes de la comarca, la sala de reuniones, la biblioteca, un aula- depósito y finalmente la casa de Claudio, que no tiene un rincón que no esté bueno. Incluso llegamos a espiar su estudio, donde se despliegan unos fantásticos proyectos, con sus maquetas y dibujos.
Seguimos charlando con él y con su esposa Delia un rato más, y luego el convoy de los autos de los amigos de Ale decide continuar su travesía yendo a ver la iglesia Santa María en Moreno, a 8 km de allí. Nos despedimos afectuosamente y el resto del grupo se divide entre la capilla María Madre en Trujui (al lado de la comunidad), las construcciones vecinas hechas con los materiales y el know-how de la cooperativa y un kiosco donde poder comprar cerveza. Al poco tiempo se despide “el bonito”: Paola, Marina, Julián y Sofía emprenden la retirada. Mientras esperamos nuestro transporte, descubrimos que sí hay un colectivo que pasa por las puertas de la Cooperativa. Pero “mejor no innovar”, sugiere Albano. Unos minutos después, un puntualísimo Marcelo nos pasa a buscar, y el grupo de Lucas nos escolta hasta Libertador y Gaona. Albano intenta sacar algunas fotos desde la caja: un tanque de agua hecho damajuana en la distribuidora de los jugos “5mentario”; otro tanque de agua con forma de cohete y pronto llegamos a Moreno. Gustavo, Agustín y Judith hacen parada en el Cóndor Clift, bar notable del oeste, y el resto subimos al tren que nos lleva de vuelta.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

uhh parece que estuvo muy divertido por lo que leo!
prometo no faltar al proximo!

Anónimo dijo...

las aventuras del rally no tienen pausa! muy bueno el relato!

lucas gilardi dijo...

Martin, muy buen relato y todo fué super!!!!
lucas

Unknown dijo...

Hola.
Necesito imagenes de la casa Caveri . alguno de ustedes me podra ayudar ?