El nuevo espacio público es glocal
2am, 12am, 4pm, 11pm corresponden a instantes a lo largo de un día en una belhuis en Rótterdam. Como los locutorios en Chapinero en Bogotá o Lavapíes o Prosperidad en Madrid, las belhuis son la versión holandesa de una variada tipología de casas de teléfonos usadas por comunidades transnacionales de migrantes, que en la última década se han venido multiplicando por todo el mundo como nuevos espacios colectivos tanto a nivel local como global. Estos espacios representan un servicio esencial mediante el cual estas comunidades articulan su territorio transnacional, de manera física con la tienda (en el momento-espacio de espera) y virtual con el teléfono (el momento-espacio de la acción). En Rótterdam como en otras ciudades, además del servicio de llamadas telefónicas, a las belhuis se han agregado usos muy variados, muchos de los cuales pensaríamos como incompatibles con una casa de llamadas como peluquerías, alquiler de películas, venta de teléfonos móviles, de finca raíz, de alimentación. Aunque la mayoría de sus dueños son pakistaníes y marroquíes, estas congregan a diferentes grupos que entran para hacer llamadas al extranjero de acuerdo a la hora del país de destino. La razón de su eficaz capacidad de reunir a diferentes comunidades es simple: una belhuis dedicada a un solo grupo significaría también reducir su tiempo de operatividad a la franja horaria comúnmente usada por éste y por lo tanto no sería rentable como negocio. Esto las convierte en interfases de conexión entre territorios físicamente distantes, pero creando a la vez un nuevo tipo de espacio colectivo dentro de paisajes interiores y artificiales.
Esta serie está enmarcada dentro de una investigación que aproximándose a la globalización como experiencia espacial, analiza las transformaciones del entorno urbano, de su territorialidad y de su espacio público. Parte de entender estilos de vida transnacionales, muchos de los cuales más que manifestarse en el espacio urbano, construyen uno propio globalmente disperso y artificialmente interconectado. Esta dispersión es un proceso que se manifiesta de manera física y tangible, pero es también una condición mental, y los mecanismos que la activan emplean dispositivos particulares que van desde cámaras web, teléfonos móviles, revistas multinacionales, hasta restaurantes, templos religiosos, y toda clase de servicios sociales y comerciales. En este marco, frente a la calle o la plaza tradicionalmente reconocidas como espacios públicos de la ciudad, y espacialmente medidas en escalas convencionales, aparecen nuevas infraestructuras como las telecomunicaciones y las técnicas atmosféricas interiores.
En las cuatro imágenes aparece una de las tantas belhuis donde la baja tecnología del teléfono ha sido reemplazada por alta tecnología de globos teletransportadores free body movement, y ambientes con tele proyecciones en vivo que hacen uso de la estructura social conformada por diferentes comunidades de usuarios que se superponen según los husos horarios de los lugares a los que llaman, como herramienta de diseño para estimular lo que de antemano existía: atmósferas cambiantes a lo largo del día, yendo de mas asiáticas a mas saharianas a mas caribeñas.
Tan pronto como el migrante cruza la puerta de entrada se entra en un mundo radicalmente distinto al de la calle donde rigen otras reglas; se trata de otro territorio. El ambiente inmersivo de este espacio actúa como estimulador de objetos de deseo diferentes a los que se encuentra afuera. Ya no se esta en Holanda. Si la migración ha llevado a la de-territorialización, por medio de la atmósfera que recrea lugares distantes el usuario se re-territorializa en un ambiente de familiaridad y de extrañeza a la vez. Se construye una ciudad dentro de otra ciudad, con reglas definidas, como el ‘no raye las paredes’, ‘no escupa en la bocina’, o ‘prohibido fumar’. La belhuis tiene su zonificación con zonas más o menos restringidas, su propio espacio comercial y de servicios, su zona de administración, una de estancia, zona de transporte (virtual) de la cabina y también sistemas propios de media como
No es lo diáfano lo que constituye este espacio colectivo, sino en cambio un espacio de opacidades (como en la fachada), distorsiones (los relojes) y simulaciones (los papeles de pared con imágenes). Se trata de un espacio ultra diseñado y de carácter específico. La libertad de acción que la belhuis permite a sus usuarios se basa no en lo vacío sino en lo lleno; viene mas bien dada por el cargado carácter de su atmósfera transportadora, por su diversificación programática, por la manera flexible en la que cambia el espacio y los diferentes actores que operan en el a la vez en un sistema abierto y de jerarquías si, pero inestables y cambiantes[1].
De la separación radical entre estos lugares y sus entornos inmediatos, es responsable tanto el espacio en sí, como el tiempo, por el desfase entre el huso horario de afuera y los husos horarios extranjeros que coinciden y se superponen en su interior, atraídos por la conectividad de la llamada. Esta separación espacio temporal como condición para lo público, cuestiona la hegemonía del discurso arquitectónico tradicional de fluidez y limites borrosos, del espacio continuo que en la primera modernidad[2] respondía a una sociedad de masas; cuestiona la idea del “cubo abierto” de grandes aperturas o pilotes como garantía para generar ciudad a través de la arquitectura. No se contaba con la efectividad de otras ventanas, como las de los medios de comunicación; las que se abren a través de programas de radio, guías especializadas, paginas Web o simples panfletos, como sucede comúnmente entre servicios para migrantes, que hoy en día conectan de manera eficaz entornos urbanos de muchas subculturas red contemporáneas. Una de las versiones de “cubo abierto” más sonadas dentro de las recientes, es como la belhuis otro local, la tienda Prada de Rodeo Drive en Los Ángeles inaugurada en 2004 y concebida por OMA como un espacio híbrido entre comercial y público[3]. Este sin embargo pone en evidencia los límites de la fluidez física dentro de la ciudad contemporánea, al tratarse de un local en continuidad a una calle que sin embargo funciona de manera casi tan excluyente como el local mismo. En la belhuis en cambio, no es la continuidad con la calle, sino la experiencia de deterritorializarse que ocurre por la acción de la atmósfera sumada a su articulación al espacio de redes superpuestas y en diferentes escalas de aquellos que entran y se comunican a través de las llamadas, lo que las ha convertido en un espacio colectivo a escala global, sin dejar de funcionar a escala local como espacio condensador de los que las visitan.
Conectando las ciudades de la dispersión, y de manera opuesta a modelos archiconocidos de la globalización estándar como el MacDonalds, surgen las casas de teléfonos como nuevas interfaces; como tipologías también globales pero basadas en la diferenciación, hibridación, y una revaloración de la especificidad local. Estas responden a una nueva temporalidad y territorialidad de lo urbano en donde aparecen estructuras espaciales hasta ahora prácticamente inexploradas pero sorprendentemente eficaces al estimular la interacción entre esferas de acción de las personas de procedencia y los estilos de vida más distantes. Las belhuis al negarse de diferentes formas a la calle, logran abrirse a otros exteriores más lejanos. En contraposición a la idea de “cubo abierto” de los primeros modernos son un “cubo cerrado”; o abierto si, pero en escalas que responden a un nuevo sujeto globalizado.
Diego Barajas (Husos)
Husos es una pequeña oficina multimedia de arquitectura y urbanismo comprometida con la preservación de diversas formas de vida relacionadas con modelos plurales de globalización. Está dirigida por Diego Barajas (Bogotá) y Camilo García (Cali). Tiene sede en Madrid y funciona principalmente entre España y Colombia.
Diego Barajas. Se gradúa de arquitectura en
Este texto ha sido escrito por Diego Barajas (HUSOS). Para su reproducción total o parcial se deberán citar su autor y se hará únicamente con fines no comerciales. Hace parte del ensayo “Bio-arquiectura y formas de vida cosmopolitas. Inmersiones en la mundialización”, escrito en 2005.
Contacto: D. Barajas: diegobaraja@gmail.com
Versión última: 2006_11_10
Versión revisada para
[1] La definición de espacio público en la belhuis se aleja de la definición tradicional que tiende a seguir el esquema ideal del ágora ateniense y está más cercana a la experiencia del public domain descrita por los teóricos Hajer y Reijdorp. En la definición de estos autores, la experiencia de lo público, ocurre en el limite entre fricción (entrar en la esfera de otros, lo no familiar y la confrontación con otras maneras de hacer) y libertad (poder acceder a la esfera dominada por otros y decidir hasta que punto adentrarse en ella).
Hajer and Reijdorp, In Search of the New Public Domain, (
[2] Por medio de los conceptos de primera y segunda modernidad, Ulrich Beck adopta una posición de critica hacia el postmodernismo y las teorías postmodernas que de acuerdo a el, funcionan mas como visiones limitadoras que como posibilitadoras. La primera modernidad que corresponde a la industrialización, y que dura hasta poco mas de la mitad del siglo XX es aquella determinada por la producción en serie, una sociedad de masas mas o menos homogéneas, por una división clara de roles entre hombre y mujer, por una estructuración del territorio basada en la nación-estado y por una hegemonía claramente occidental. Aunque radicalmente distinta en estos aspectos, la segunda modernidad caracterizada por los procesos crecientes de globalización e individualización, no se enmarca dentro de una nueva periodización como si lo hace el postmodernismo. Esta supone por una parte ruptura, pero también ciertas coincidencias importantes que implican por otra parte continuidad con la modernidad del siglo XX, (principalmente dada por la lucha por los derechos humanos y cívicos, y los valores de la democracia).
Beck, Ulrich. Libertad o capitalismo, (Barcelona: Paidos, 2002)
[3] Prada Beverly Hills Epicenter, Icon-magazine, Octubre 2004.
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